Caso práctico
Toda esta semana Sara la va a dedicar a hacer el mantenimiento anual a una instalación de saneamiento. Tendrá que recorrer la red con sus compañeros haciendo comprobaciones, verificando parámetros, haciendo mediciones, limpiando arquetas, registros, sumideros... Es un trabajo rutinario y no muy estimulante. Pero por otro lado Sara reconoce que, de vez en cuando, dejar atrás el estrés de la reparación de averías, de las urgencias o de los imprevistos del montaje en obra, viene muy bien. Y no sólo eso, como bien dice su compañero Andrés (que de esto sabe bastante) el mantenimiento preventivo no es un pasatiempo. "Es bueno para la empresa y es bueno para los clientes", señala Andrés, "Tanto para ellos como para nosotros una reparación de urgencia supone un gran trastorno; ser previsores y hacer las cosas de forma ordenada ahorra trabajo, dinero y disgustos", subraya.
Tal y como están las cosas, el mantenimiento preventivo hoy en día es inexcusable. Por la configuración de las redes y gracias a las nuevas tecnologías lo habitual es que muy pocas intervenciones de mantenimiento preventivo supongan cortes en el suministro. La reparación de averías, sobre todo si son de urgencia, casi siempre implican dejar a bastantes personas sin agua durante horas (a veces días), "Y eso muy a menudo se puede evitar", piensa Sara.