Este tipo de tejido engloba una gran cantidad de variedades, de aspecto y funciones muy distintos. Es como un cajón de sastre en el que se introducen cosas muy diversas pero con características comunes. ¿Crees que pueden tener algún parecido la sangre o el hueso? Ahora lo verás. La variedad más importante la constituyen los tejidos de sostén, que se caracterizan por tener una sustancia de consistencia entre las células, la matriz extracelular que puede presentar distinta consistencia. Tal es el caso del tejido cartilaginoso, que tiene un material intercelular flexible, y en extremo, el tejido óseo, que posee entre las células una sustancia completamente calcificada para proporcionar dureza.
Seguramente has distinguido estos dos tejidos en más de una ocasión. ¿De qué tipo te parece el tejido que forma el lóbulo de la oreja? ¿Y la punta de la nariz? La composición de esta sustancia que se encuentra entre las células va a dar lugar a otras subclases de tejido conjuntivo muy distintas. Así, por ejemplo, el tejido elástico contiene una gran cantidad de fibras que le dan esa propiedad. Por ello forma parte de los ligamentos que fijan las articulaciones, por ejemplo en la columna vertebral, donde necesitamos resistencia y flexibilidad a la vez. También de consistencia blanda, tenemos el tejido adiposo, cuyas células, cargadas de grasa, van a constituir una reserva importante de energía. En cambio el tejido sanguíneo, va a ser un ejemplo de variedad de tejido conjuntivo con una gran cantidad de material, de consistencia líquida, entre las células. Ese detalle lo diferencia completamente del tejido óseo, por ejemplo. Ambos están formados por células que disponen entre ellas de una gran cantidad de espacio, pero en un caso está ocupado por una sustancia líquida y en otro por una sustancia sólida.
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