Las actividades de las personas en el interior de los edificios son una fuente de contaminación acústica en el interior de los edificios. En una reunión de personas, cuando dos de ellas mantienen una conversación, otras dos que también quieran conversar, se ven en la obligación de aumentar la intensidad de su voz para poder entenderse, debido, a las resonancias que se producen por la primera conversación en el interior de la sala. Este efecto se reproduce y el primer par de personas también aumenta la intensidad de su voz. Se calcula que el nivel de presión acústica aumenta 3 dB en el interior de la sala cuando se dobla el número de personas en su interior.

El pasear de los vecinos del piso de arriba, también es una fuente, a veces muy molesta, de ruido. El movimiento de objetos o los golpes, por ejemplo, de un martillo. Todos estos son ruidos que tienen predominio de frecuencias bajas lo que provoca que se transmitan fácilmente de un local al de al lado.
En la vida moderna, se tiene la costumbre de la facilidad con la que se realizan las tareas domésticas, gracias a los electrodomésticos como lavadora, lavavajillas, aspirador... El ruido procedente de estos aparatos procede de los motores, de la carga y descarga de agua, las vibraciones que producen una nivelación inadecuada... En los ruidos procedentes de estos aparatos predominan las frecuencias bajas y medias.
Las instalaciones de fontanería transmiten los sonidos de un lugar a otro a través de estas canalizaciones. Además, de que el roce del agua con la tubería genera un ruido que también se transmite.
Muchos edificios están dotados de ascensores, que son fuentes de ruido: la apertura y cierre de las puertas, el motor... Además, la caldera de la calefacción, los sistemas de ventilación, los transformadores eléctricos, los timbres de las puertas, e incluso los animales, todo esto son fuentes de contaminación acústica del interior de la edificación.
