AH04_SolucTAREA
AH04 - SoluciónTAREA
Actitudes hacia la discapacidad auditiva y la adaptación protésica
Posible solución a la tarea
Irene y Daniel son un matrimonio joven que tiene una hija sorda que fue diagnosticada cuando tenía dos años de edad. Acudieron al gabinete para ponerle unos audífonos a su hija Clara.
Ahora la niña tiene ya 12 años y en estos diez años de conocerles se ha notado una clara evolución en su actitud hacia la sordera de su hija. Ahora ya se les nota que han hecho de la discapacidad de su hija un elemento más de su familia y que incluso les ha reportado un aprendizaje vital y así lo han llegado a reconocer. Pero no ha sido un periodo fácil para ellos.
Recuerdo como al principio de conocerles se les notaba ansiosos y se encontraban perdidos. En las primeras visitas al gabinete, Daniel, tenía infinidad de dudas y me preguntaba que a qué colegio iba a tener que llevar a su hija, que si iba a tener que aprender eso del lengua de los signos, o lengua de señas... Había visto en internet algo sobre eso pero no acababa de saber si era bueno o malo. Ni siquiera sabía si había algún colegio cerca especializado en niños sordos, aunque él creía que era mejor que fuera a uno “normal” pero que quería lo mejor para su hija y estaba hecho un lío. En definitiva, se le notaba la típica confusión inicial. A la semana siguiente se pasó él solo por el gabinete para recoger una cosa que se le había olvidado y estuvimos charlando un poco. Me comentó que estaba un poco preocupado porque había momentos en los que veía que Irene, su mujer, tenía repentinos cambios de humor y en una pequeña discusión que tuvieron ella le dijo que todo era culpa suya –de Irene- porque no se había cogido antes la baja de maternidad y “tal vez por eso había pasado lo que había pasado con la niña”. Daniel me él mismo había empezado a venirse abajo y a pensar que su hija iba a depender siempre de ellos y que cuanto antes lo aceptara mejor porque no había nada que hacer, su hija era sorda. Estaban en la fase de Reconocimiento, se estaban dando cuenta de que “realmente” su hija era sorda y les estaban asaltando dudas y miedos que no sabían cómo afrontar (confusión, rabia, enfado, impotencia...).
Más adelante, fueron otra vez al gabinete y me dijeron que tenían dudas sobre la sordera de su hija porque les daba la impresión que un día, en un cumpleaños, la niña había reaccionado cuando un globo se explotó. Ante eso, empezaron a hacer pruebas en casa para ver si la niña reaccionaba (daban palmadas, la llamaban por su nombre...) y a veces les daba la impresión de que la niña oía algo. Una amiga les había dicho que conocía a un otorrino muy bueno y acudieron a él... El resultado había sido el mismo, aunque no las tenían todas consigo. Había llegado la fase de Negación (búsqueda de otros diagnósticos, pensamientos un tanto obsesivos...). Era buena señal, estaban avanzando.
Pasadas un par de semanas les envié por correo electrónico los datos de contacto de una asociación de padres y madres de niños sordos porque a veces organizaban conferencias y charlas, por si les apetecía conocerles. A los tres o cuatro días les envié información sobre una de esas charlas que se iba a celebrar.
Pasado el tiempo, en una de las revisiones periódicas de la niña me comentaron que Irene había ido a la charla que les había recomendado (Daniel estaba muy “ocupado” con el trabajo y no había podido asistir). Irene venía muy contenta porque había conocido allí a otras madres con hijos sordos, e incluso vio a alguno de los hijos de estas madres.
En la siguiente sesión Irene me dijo: “La verdad es que en la escuela Clara va bastante bien, y ahora hay otra niña sorda como ella”. Era la primera vez que decía la palabra SORDA de forma directa, sin ambages. Eso era buena señal. Parecía que estaban entrando en la fase de Aceptación. En la siguiente sesión me percaté de que le habían hecho un par de coletas a Clara que dejaban ver claramente sus audífonos (otra buena señal). Me comentaron que la verdad es que ya estaban mucho más tranquilos, aunque a veces les volvían a aparecer pequeñas “dudas” y se daban cuenta de que
les daba miedo que fuera a jugar al parque con sus amigas, y que cuando eran “conscientes” de la sordera de su hija les entraba un sentimiento “raro” como de pena, o de intranquilidad. Estaban teniendo pequeñas regresiones a fases anteriores, era normal, siempre pasaba, y posiblemente las volvieran a tener de vez en cuando, era parte de la fase de Aceptación y del proceso.
A día de hoy podemos hablar de todo esto con toda naturalidad. Hasta comentaban entre ellos cómo el hecho de tener una hija sorda, ya pre-adolescente, les había enseñado a disfrutar más de la vida, a ponerse en su lugar, a ver las diferencias de otra manera. Gracias a su sordera habían conocido a otros padres, a otras madres, a otros jóvenes y adultos sordos, hasta Irene se había matriculado en la Universidad para estudiar Trabajo Social, y todo gracias a su hija. Estaban en la fase de Acción constructiva. Incluso recordaban cuando les dijeron que su hija tenía una pérdida auditiva profunda; al salir del hospital Irene se mareó de repente, sin saber por qué. Era el típico Choque emocional, su mente y su cuerpo se había “desconectado” brevemente porque no podían asimilar así, de golpe, lo que les estaban diciendo.
Pero eso ya es agua pasada.