Cuando se utiliza el lenguaje, se hace con una intención o función determinada: informar, persuadir, ordenar, conmover... Estas funciones del lenguaje fueron estudiadas por Bühler y Jakobson:

• Función informativa, referencial o representativa: aparece en los mensajes que informan sobre el contexto o referente. Se centra en la relación que los hablantes tienen con el medio. El objetivo de estos mensajes es transmitir información, son mensajes objetivos. Se suelen realizar en tercera persona del singular. Por ejemplo: «El equipo ganador del campeonato...».

• Función expresiva o emotiva: ofrece información del estado de ánimo del emisor, descubriendo rasgos de su personalidad. El emisor es el punto de referencia del mensaje. Además de transmitir una información, el hablante expresa, a la vez, su actitud ante lo que dice. En esta función predomina la primera persona. Por ejemplo: «¡Qué frío tengo!».

 

• Función conativa o apelativa: con ella el emisor quiere conseguir algo del receptor, o influir en su conducta. Es la función que tiene lugar cuando se pide, se ordena, se prohíbe, etc. En esta, predomina la segunda persona. Por ejemplo: «Limpia».

 

• Función fática o de contacto: el mensaje trata de establecer o prolongar un canal entre emisor y receptor. Facilita el contacto social para, posteriormente, utilizar mensajes con más contenido. Por ejemplo, en una conversación telefónica: «Sí... sí... ajá... ya...».

 

• Función poética o estética: con ella el mensaje llama la atención sobre sí mismo. Es la función propia de la literatura, sobre todo de la poesía y de cualquier manifestación que utilice la lengua con finalidad estética. Por ejemplo: «Volverán las oscuras golondrinas...» (Rima LIII, Gustavo Adolfo Bécquer).

 

• Función metalingüística: cuando el mensaje tiene como objeto fundamental referirse al propio código al que pertenece, o a otros códigos de la misma naturaleza. Es la función de la lingüística, de los diccionarios y de la gramática. Por ejemplo: «Las palabras agudas llevan tilde...».