La ventilación básica consta de una inspiración, seguida de una espiración:
INSPIRACIÓN
Para que se produzca una inspiración, o inhalación, los pulmones se tienen que expandir. Esto se consigue con la contracción del diafragma, su cúpula baja y las costillas suben, aumentando el volumen de los pulmones. Al aumentar el volumen disminuye la presión en el interior de los pulmones, creando una corriente de aire hacia el interior, unos 500 mL. Cuando, tras un esfuerzo, o para hablar, hace falta mayor cantidad de aire se ponen en marcha los músculos de la inspiración forzada, haciendo que penetren en los pulmones hasta 3 000 mL de aire adicionales.
ESPIRACIÓN
La espiración es la expulsión de aire, o exhalación. Se realiza por un gradiente de presión inverso al de la inspiración ya que en este caso la presión en los pulmones es superior a la atmosférica.
Se inicia por la relajación del diafragma, haciendo que su cúpula se desplace hacia arriba y las costillas hacia abajo, lo que reduce el volumen pulmonar, y aumenta la presión en el interior, haciendo que el aire salga al exterior. Durante una espiración normal salen del pulmón los 500 mL de aire que entraron durante la inspiración normal.
En caso de que se necesite una espiración forzada, por ejemplo, tras el ejercicio, entonces se contraen los músculos de la espiración forzada, lo que puede dar lugar a una salida adicional de unos 1 100 mL de aire.