Caso práctico
Ramón lleva día bastante complicado. Hoy están solamente Adela y él en la clínica y no han podido parar para descansar ni un momento. A última hora los dos comentan que ha sido un día agotador.
En ese momento escuchan cierta conmoción en la sala de espera y Ramón sale a ver que ha pasado.
Ha entrado un cliente. Se trata de un hombre de unos 50 años, que parece bastante nervioso.
-¿Es ustéd el que atendió a mi hijo hace unos días? -Pregunta al tirón.
-No lo sé -responde Ramón- ¿Quién es su hijo?
-Mi hijo vino hace una semana y poco después empezó a tener fiebre. Hoy lo han ingresado en el hospital y no saben que tiene. ¡Estoy seguro de que es una infección que le provocaron!
-Le repito que no sé quién es su hijo y ni siquiera sé si lo atendí yo.
Adela ha escuchado la conversación y se dirige al cliente al que conoce de varios años llamándolo por su nombre.
-Hola José. ¿Cómo está tu hijo?
José empieza a hablar sobre el estado de su hijo y el último parte médico que acaban de darle. Durante un buen rato sigue hablando con Adela que lo escucha atentamente.
Un rato después Adela le comenta a Ramón. –No te preocupes por lo sucedido.
-He pasado un mal rato- confiesa Ramón.
-Su hijo está muy enfermo y para él es más fácil culparte a ti que afrontar lo que está sucediendo.
-Sí, -asiente Ramón- sé que es un mecanismo de defensa, pero en el momento no he sabido reaccionar con calma.