El diagnóstico médico está siempre ligado a la duda, y se basa en datos de probabilidad. En el caso de que después de una correcta anamnesis y exploración física, existan varios diagnósticos posibles, las pruebas complementarias ayudarán a esclarecer las dudas. Si sólo existe un diagnóstico posible o que tiene mayores probabilidades que el resto, estas pruebas adicionales intentarán la confirmación diagnóstica.
Una buena técnica de diagnóstico, además de ser sencilla, aplicable a la población, asumible económicamente y con pocos efectos adversos, debería cumplir con las siguientes condiciones:
- Validez: La prueba que realizamos debe medir lo que queremos medir (es evidente, ¿verdad?). Los parámetros que definen la validez son la sensibilidad (capacidad de detectar niveles mínimos de la alteración que buscamos) y la especificidad (la prueba debería dar resultados significativos únicamente cuando se trata de la alteración que andamos buscando).
- Una prueba válida sería la que poseyera alta sensibilidad y alta especificidad para el parámetro que deseamos observar o medir.
- Reproductividad: La prueba debe ofrecer los mismos resultados si se repite en las mismas condiciones. La variabilidad tendría que ser la mínima.
- Seguridad: Ante un resultado positivo o negativo de la prueba, ¿Cuál es la probabilidad de que el enfermo esté enfermo o sano, respectivamente? Se mide mediante los valores predictivos positivo y negativo.
A partir de estos conceptos, surgen los términos de "falso positivo" y "falso negativo" cuando hablamos del resultado de las pruebas diagnósticas. Pero, ¿Qué nos indican estos términos?
FALSO POSITIVO:
La prueba diagnóstica nos ha indicado la existencia de patología o alteración concretos, pero en realidad éstos no existen.
Puede deberse a diferentes factores:
- Hallazgos no concluyentes.
- Hallazgos que corresponden a otros problemas similares.
- Hallazgo de variantes de la normalidad que pueden ser interpretadas como alteraciones.
FALSO NEGATIVO:
La prueba diagnóstica dice que no existe patología o alteración, pero en realidad, la patología concreta sí que existe.
En este caso, puede deberse a:
- Poca precisión de la prueba diagnóstica.
- Error en el diagnóstico diferencial.
- Prueba diagnóstica realizada de forma incorrecta (reactivos caducados, posición radiológica incorrecta, biopsia de zonas no afectadas, etc.).