Caso práctico
-En fin, Claudia, hoy serás tú la que recibas a los pacientes. ¿Preparada?
-Sí, seguro que puedo hacerlo sin demasiadas dudas…
-Yo sí que no tengo ninguna duda de que puedas hacerlo –se rio la doctora Sanz.- Sólo se trata de perder el miedo. ¡Todos hemos tenido una primera vez!
Claudia se enfrentaba al miedo del primer trabajo. En ese momento, pasaban por su cabeza todas las posibles preguntas que debía realizar a los pacientes, los protocolos de actuación …
La doctora Sanz la tranquilizó con sus palabras y le inspiró mucha confianza. Al fin y al cabo, era para eso para lo que se había estado preparando los últimos años.
Recordó que la realización de una buena asistencia requería establecer un buen nivel de comunicación con el paciente, que le permitiera obtener todos los datos necesarios. Era buena en eso. Tenía un sexto sentido para orientar sus preguntas a aquello que realmente interesaba. Se trataba de distinguir el grano de la paja y de hacer un esfuerzo por interpretar los signos y los síntomas que refería el paciente. Y también de ponerse en el lugar del otro, del que está preocupado porque su estado de salud no es el óptimo.
Los datos que obtendría servirían después a la doctora Sanz para establecer un diagnóstico correcto, pronosticar la evolución del problema e instaurar una terapia adecuada.
Ya hacía dos días que había empezado a trabajar en el centro de salud, y era hoy cuando se enfrentaba de veras a la práctica diaria.
Y muy ilusionada, aunque temerosa, cogió el listado de pacientes de encima de la mesa y se dispuso a llamar al primero de ellos…
-Buenos días, ¿el señor Rafael Casals…?