Los antibióticos antibacterianos pueden ser bacteriostáticos (que impiden el crecimiento del germen) o bactericidas (que lo destruyen).
No obstante, la clasificación de los antibióticos es compleja, exhaustiva para un texto como el que nos compete, pero has de conocer el nombre de las familias de antibiótico más utilizadas:
- La penicilina y sus derivados.
- Las cefalosporinas.
- Los macrólidos.
- Las quinolonas.
- Las sulfonamidas.
- Las tetraciclinas.
- Los aminoglucósidos.
- Otros antibióticos y familias menos utilizados.
Cada una de estas familias tiene un espectro de acción determinado, y especificidad contra unos determinados tipos de agentes infecciosos. Es incorrecto en terapéutica antibiótica "matar moscas a cañonazos", es decir, que debemos reservar antibióticos de nueva aparición y espectros específicos para aquellas infecciones que requieran tratamientos más complejos, como las intrahospitalarias o las que afectan a pacientes inmunodeprimidos.
El tratamiento antibiótico suele ser empírico, es decir, ante la sospecha de un agente infeccioso, se instaura el tratamiento protocolizado, aunque aún no se haya tipificado el germen desde el laboratorio. Es preciso obtener las muestras para observación directa y/o cultivo de forma previa a la administración del fármaco. Si no lo hacemos así, nos arriesgamos a un resultado falsamente negativo, ya que el medicamento terapéutico puede haber empezado a ejercer su función antibiótica, "decapitando" la infección.
El antibiótico es escogido por el médico de acuerdo a la sospecha clínica de la enfermedad, el posible germen implicado, la localización de la infección (hay zonas del cuerpo humano a las que los antibióticos tienen difícil acceso), el conocimiento de resistencias en el ámbito geográfico en el que nos encontremos, la severidad de la infección y aspectos referentes al huésped, como la edad, el peso, embarazo o lactancia, alergias, patología previa, etc.
En el caso de que la infección no ceda ante el tratamiento antibiótico elegido, será preciso comprobar a qué otros antibióticos es sensible el germen que ha crecido en los cultivos realizados. Para averiguarlo, se recurre a una prueba denominada antibiograma, que ya conoces del capítulo anterior, pero resumimos:
- Sobre las cepas y colonias que han crecido en una placa de Petri, se añaden pequeñas dosis estandarizadas de antibióticos escogidos, que no figuraban en el protocolo de tratamiento inicial. Si alrededor de la dosis antibiótica se ha formado un halo de inhibición del crecimiento, significa que la bacteria es sensible a ese tratamiento y, por lo tanto, el facultativo puede sustituir el primer antibiótico por este, que sí será efectivo.
La aparición de resistencias a los antibióticos ha estimulado el desarrollo de nuevas opciones terapéuticas, como la utilización simultánea de inhibidores de las betalactamasas (el ácido clavulánico), o la terapéutica con virus bacteriófagos, todavía poco desarrollada y con aplicaciones muy limitadas.
El gran reto está hoy en día en el desarrollo de fármacos que impidan el crecimiento de los agentes víricos graves, o que son capaces de enmascararse para los sistemas defensivos naturales: es el caso de los antiretrovirales para el SIDA, etc.
Los bacteriófagos son virus que infectan exclusivamente a los organismos procariotas. Al igual que los virus que infectan células eucariotas, los fagos están constituidos por una cubierta proteica o cápside en cuyo interior está contenido su material genético, que puede ser ADN, de 5000 a 500 000 pares de bases.