1.- La infección.

Caso práctico

Se ve a una técnico del laboratorio de microbiología observando un antibiograma en una placa de Petri.

En el laboratorio de microbiología, María, la técnica, está observando el resultado del cultivo practicado al Sr. Casals, a partir de un frotis sobre la secreción purulenta de un flemón dentario.

Claudia está al otro lado de la mesa, esperando a que María le adelante los resultados, ya que desde Odontología, se los han requerido.

-¿Qué me dices, María? ¿Ha crecido algún germen?

-Por supuesto -responde la técnica-. En la placa de Petri se ven muchas colonias de estreptococos. Pero el doctor hizo bien en cambiar el antibiótico. El antibiograma demuestra claramente que las bacterias que han crecido son resistentes a la amoxicilina.

-Pero, ¿son efectivas las cefalosporinas? -pregunta Claudia.

-Sí. Puedes comunicarlo a Odontología. Os enviaremos el informe esta misma mañana.

-Gracias, María -y salió del laboratorio de microbiología.

Claudia quedó pensativa. Sin duda el Sr. Casals estaría experimentando algún tipo de mejoría.

La caja o placa de Petri es un recipiente redondo, de cristal , para que se pueda colocar encima y cerrar el recipiente, aunque no de forma hermética.

La infección se origina cuando se produce una invasión en el organismo humano, o en una parte aislada del mismo, por un organismo patógeno biológico. De forma clásica, y en razón a su tamaño, estos seres infecciosos se clasifican en virus (incluyendo también los organismos más pequeños que estos, como son los priones), bacterias, hongos y levaduras, protozoos y parásitos pluricelulares.

  • Cuando la infección afecta a todo el organismo, y se ha transmitido por vía sanguínea, hablamos de infección generalizada. Si la invasión sólo atañe a un territorio delimitado del cuerpo, nos referiremos a esta como infección localizada.

En el organismo humano conviven muchas formas bacterianas o fúngicas que no son patógenas, es decir, que no producen enfermedades. En ocasiones, estas formas vivas pueden resultar incluso beneficiosas para nuestro organismo. Por eso nos referimos a ellas como flora simbiótica. Es el caso de las bacterias que descomponen el bolo alimentario en el intestino, las que regulan el pH de la vagina o los hongos que residen en nuestra piel. Suelen ser formas de vida saprófitas, que aprovechan nuestro material de desecho para alimentarse (secreciones, células muertas...).

  • Pero, de forma ocasional, algunas de estas colonias que nos habitan crecen en exceso o desarrollan cepas que salen de la vía inocua habitual, y se transforman en productoras de enfermedades. Podemos poner como ejemplo los estreptococos que viven en la boca: Algunas cepas son capaces de inducir la formación de caries.

En todos los casos, sólo hablaremos de infección cuando los gérmenes produzcan alteración en el estado de salud del individuo, es decir, cuando sean perjudiciales. Suele reservarse el término colonización para los gérmenes saprófitos no patógenos. Si la infección es masiva y producida por parásitos, se habla de infestación (por ejemplo, en el caso de la pediculosis, se produce una infestación por piojos).