La inmunodeficiencia se manifiesta como una incapacidad del sistema inmune para defenderse adecuadamente ante las noxas. Analizando las causas, podemos clasificar estos déficits en dos grupos principales:
INMUNODEFICIENCIA PRIMARIA:
La mayor parte se corresponde con enfermedades hereditarias, que pueden ser congénitas y manifestarse desde el nacimiento (las formas más graves) o aparecer clínicamente en la edad adulta, lo que comporta menor gravedad.
Las alteraciones que producen con más frecuencia son:
- Déficit de linfocitos T, lo que implica problemas centrados de forma especial en la inmunidad celular.
- Déficit de linfocitos B, que implica un conflicto en la inmunidad humoral.
- Alteraciones en los macrófagos, que afectaran especialmente a la inmunidad inespecífica, pero, puesto que actúan como presentadores de los antígenos, también afectarán a la inmunidad específica.
- Déficit de inmunoglobulinas. Es más frecuente de lo que podemos pensar.
- El déficit aislado de IgA afecta a una de cada 600 personas en Europa, que sufren de infecciones recurrentes en las mucosas (aftas, otitis, sinusitis, conjuntivitis...).
- Déficit de algún factor del sistema del complemento.
INMUNODEFICIENCIA SECUNDARIA:
Son las que no se deben a anomalías intrínsecas o de la función de las células T o B, o los otros componentes del sistema defensivo. La causa es extrínseca, y también se denominan inmunodeficiencias adquiridas. En general, podríamos decir que desaparecen cuando desaparece la causa que las ha provocado (aunque no siempre es posible eliminar la causa). Pueden desarrollarse a partir de:
- Enfermedades concomitantes: se conoce la asociación con la inmunodeficiencia en diferente grado de la diabetes, el síndrome de Down (trisomía 21 ) o la cirrosis hepática, por poner ejemplos.
- Yatrogenia: esta palabra hace referencia a las alteraciones causadas por el tratamiento médico instaurado. Evidentemente, el tratamiento con inmunosupresores que se aplica de forma previa a un transplante de órganos hará que el sistema inmune resulte deficitario (es el efecto que perseguimos con el tratamiento), o el uso de citostáticos en el tratamiento del cáncer hará que las células de defensa tampoco se multipliquen correctamente.
- Circunstancias variadas como el envejecimiento, la malnutrición, la avitaminosis, etc. también pueden causar diferentes grados de disfunción del sistema inmune.
- Infecciones víricas: Conocemos hoy el efecto del virus VIH, el que causa el SIDA, sobre la población y la función de los linfocitos T.
- La inmunodeficiencia que provoca el VIH es uno de los principales problemas relacionados con la aparición de síntomas clínicos de esta enfermedad. Respecto al mecanismo de actuación sobre el sistema inmune, debes recordar que este virus es un retrovirus que se introduce en el material genético de los linfocitos T helper , afectando a su función, aunque también produce alteraciones en el resto de las células inmunes e incluso de las moléculas implicadas (citoquinas), que están permanentemente estimuladas de forma aberrante al cronificarse la infección.
- Esto les provoca una disfunción de la defensa celular y humoral, pero también, progresivamente, irá destruyendo la población linfocitaria hasta niveles mínimos e ineficaces frente a las infecciones oportunistas. Cuando los niveles de linfocitos T son bajos, aparecen las manifestaciones clínicas del SIDA.
- Por este motivo, la sintomatología en estos afectados es de predominio infeccioso, por agentes que están esperando el momento de debilidad del organismo para atacarlo y diseminarse con facilidad. Estamos hablando de la tuberculosis, de infecciones respiratorias, citomegalovirus, hepatitis B y C, candidiasis y otras múltiples afectaciones bacterianas y fúngicas.
La cirrosis es una etapa tardía de la cicatrización (fibrosis) del hígado producto de muchas formas de enfermedades hepáticas, como la hepatitis y el alcoholismo crónico. Cada vez que el hígado sufre una lesión, ya sea por enfermedad, consumo excesivo de alcohol u otra causa, intenta repararse a sí mismo.