Es importante que conozcas la nomenclatura específica que se les da a los tumores, y que permite deducir rápidamente, salvo en algunas excepciones, de qué tipo de neoplasia estamos hablando.
Para empezar, es importante que sepas que los tumores tienen, histológicamente, dos componentes principales:
- El parénquima, que es el conjunto de las células cancerosas que se hallan en mitosis sucesivas.
- El estroma, que es el tejido de sostén en el que se asienta el cáncer, básicamente formado por matriz y fibras conjuntivas y los elementos de vascularización sanguínea y linfática.
La nomenclatura de los tumores hace referencia, básicamente, al parénquima que los forman. Veamos pues, como nombrarlos:
Neoplasias benignas:
En general, añadimos a la raíz que indica la localización o el tipo de tejido primario, el sufijo –oma. Así, tendremos, por ejemplo, el hepatoma que, si recuerdas lo que aprendiste en la unidad de trabajo referente a la terminología, significa neoplasia benigna de hígado.
- Y como no hay regla sin excepción, conviene que conozcas ya que el seminoma, el melanoma y el teratoma, son procesos malignos del testículo, las células pigmentadas de la piel y el que está formado por diferentes tipos de tejidos, respectivamente.
Si hacemos referencia a tumoraciones benignas derivadas del tejido epitelial, la cosa se complica un poco… y aparecen nuevos términos como:
- Adenoma: tumor benigno sobre células epiteliales glandulares.
- Papiloma: tumor benigno que forma estructuras en forma de verruga.
- Cistadenoma: tumor benigno en forma de quiste, con líquido o similares en su interior.
- Pólipo: tumor benigno sobre un epitelio mucoso, que crece hacia la luz del mismo.
Neoplasias malignas:
Lo que en las neoplasias benignas resultaba en una terminación en –oma, si el proceso es maligno, el sufijo utilizado será –sarcoma, siempre precedido de la raíz que hace referencia a la localización.
Conjunto de términos o palabras propias utilizadas en una ciencia, técnica, o especialidad, o por un autor.