A partir de la masa tumoral inicial, la neoplasia maligna puede infiltrar, invadir y destruir tejidos vecinos, pero también puede diseminarse al resto del organismo.
Existen unos mecanismos sucesivos por los que el tumor se extiende:
- Crecimiento local:
Se producirá por el propio crecimiento del tumor y la infiltración a las células y tejidos vecinos, tal como comentábamos en capítulos anteriores. Recuerda que el crecimiento infiltrante es característico de malignidad.
- Progresión hasta las capas vasculares (arteriales y venosas):
La neoplasia será capaz de crecer atravesando la pared vascular, hasta alcanzar la luz. Una vez dentro, el torrente sanguíneo impelerá a la masa de células tumorales hacia lugares más distales.
- Progresión hasta los vasos linfáticos:
Del mismo modo, la neoplasia invadirá los capilares y venas linfáticos hacia su luz. La circulación linfática conducirá a las células cancerosas hacia los ganglios linfáticos, lugar donde la circulación se enlentece. Es por este motivo que, en muchas ocasiones, la presencia de adenopatías puede hacernos sospechar que un cáncer se está extendiendo.
- Diseminación a través de cavidades naturales:
El peritoneo, los ventrículos cerebrales o la propia luz del tubo digestivo o las vías respiratorias o urinarias se convierten en espacios de fácil diseminación cancerosa.
- Aparición de focos tumorales alejados del foco inicial:
Una vez se ha realizado el transporte de las células cancerosas por las vías antes mencionadas, éstas van a implantarse en terrenos alejados al foco inicial. Es en este momento en el que hablamos de metástasis.