Esta semana Claudia anda un poco liada. La odontóloga con la que habitualmente está le comentó que durante este mes, cada martes y jueves, por la tarde, habrá unas sesiones de actualización para el personal sanitario del centro de salud. Se tratan temas generales, y le propuso que asistiera, si podía.

Estaba nerviosa por la novedad, aunque conoce a casi todo el personal porque lleva ya varias semanas en el Centro, y es fácil entablar conversación con los demás. Aún así…

Ayer hubo la primera sesión. Fue estupenda. Trataba sobre el cáncer, en general, y le apetece explicarle a Ramón, su compañero del instituto, la cantidad de cosas de las que se enteró. Ha decidido pasar por su casa, a tomarse un café con él.

—Estoy encantada. Aunque tuve un martes completo, y llegué a casa molida, me gustó muchísimo la sesión. ¡Esto de los cánceres es cosa seria!

—Vamos, Claudia, todas las enfermedades son cosa seria… A ver si ahora resulta que te influyen todos los tabúes que circulan entre la gente respecto al cáncer. Parece que la palabra "cáncer" es innombrable, y que el miedo nos hace hablar de "tumores", "neoplasias"…

—Sí, sí… Ya sé que hay que llamar a las cosas por su nombre, pero no me negarás que es un problema que todos hemos sufrido de una forma u otra entre nuestros allegados, y a veces con un final poco feliz… ¿Quién no tiene algún familiar o algún conocido que haya sufrido un cáncer?

—Tienes razón —reflexionó Ramón.— Y afecta tanto al entorno… Siempre me ha llamado la atención cómo algunas personas niegan la enfermedad y otras se hunden anímicamente sin poder sacar fuerzas para luchar contra el cáncer cuando es más necesario mantener el ánimo alto. Y también cómo hay personas tan fuertes para enfrentarse a las serias consecuencias de la enfermedad…

—O a los problemas que comportan los tratamientos, a veces tan agresivos— completó Claudia.

—No te preocupes tanto. En nuestro trabajo no veremos casi enfermos de ese tipo.

—Si tú lo dices… Creo que me voy a pasar la tarde repasando los apuntes del ciclo, por si acaso.

—Ummm… Pues yo creo que lo mejor que puedes hacer es acabarte este café y venir conmigo a dar una vuelta por el centro, a ver si te relajas un poco— rió Ramón. Y cogió el abrigo para salir.