1.6.- Comunicación y motivación del paciente adulto.

Generalmente el paciente adulto que acude a la clínica presenta un problema dental y necesita y quiere que el equipo de trabajo dental lo ayude. Pero también con frecuencia presenta cierto grado de ansiedad e inseguridad, que provocan un bloqueo de la capacidad de atención y comprensión frente a nuestro intento de comunicación.
Debes considerar al paciente como un ser humano y no únicamente como un caso odontológico.

Fotografía en la que se aprecia una paciente con la cara asustada ante la visión de la aguja de anestesia.

Las personas actúan y reaccionan de forma diferente ante estímulos comparables, por lo tanto, debes conocer y comprender a cada paciente como una persona con necesidades, actitudes, impulsos, etc. La forma de conocerlo es escuchándole, dándole la oportunidad de hablar y expresar su ansiedad, deseos, preocupaciones, estilo de vida, etc.

Debes atender no sólo lo que el paciente dice con sus palabras sino también:

  • El tono de su voz.
  • La expresión facial.
  • La expresión de los ojos, que nos muestra tensión o relajación.
  • La rigidez del cuerpo, que indica temor.
  • La tensión en las manos.
  • Muecas o tics a nivel de la cara, que muestran ansiedad.
  • La forma de las cejas, que puede mostrar preocupación.
  • La velocidad respiratoria.
  • El color de la cara.

Como miembro del equipo de trabajo bucodental debes aprender a usar expresiones de comunicación no verbal como medio para introducir confianza y relajación del paciente, para estimularlo a que hable libremente sobre sus inquietudes. En este aspecto, la entonación de tu voz, la expresión facial, un nivel de conversación calmado y tal vez lo más importante, el contacto físico, como por ejemplo, palmear la espalda del paciente, presionar su antebrazo, sostener su mano etc. pueden hacer más para relajar a un paciente que las palabras. Debes emplear aquellos medios con los que te sientas cómodo ya que las actitudes falsas son fácilmente detectadas y pueden llevan a una falta de confianza y de empatía.

Para que un paciente cambie su conducta en referencia a los hábitos de higiene oral debes atenderle de forma particular, corrigiéndole las interpretaciones erróneas o comprensiones equivocadas, determinar si se resiste al mensaje que le transmites y recompensarlo cuando realiza la conducta que se le sugiere. Debes empezar usando el marco de referencia del paciente para iniciar el proceso de comunicación y poco a poco cuando el proceso de comunicación empieza a avanzar puedes ir construyendo sobre las ideas del paciente hasta que pueda lograr los objetivos marcados para cambiar la conducta.

Cuando el paciente está motivado, es decir, está interesado en tomar una acción positiva por su propia salud, debes presentarle los objetivos; que serán efectivos cuando sean:

  • Concretos y fáciles de comprender.
  • Importantes para el paciente.
  • Atractivos.
  • Alcanzables, es decir dentro de los límites de la habilidad y comprensión del paciente.

Es conveniente describir los objetivos:

  • A largo plazo. Son los resultados finales que queremos que consiga el paciente.
  • A corto plazo. Representan los puntos finales en que puede dividirse el programa. Debes proponer al paciente un objetivo por visita.

Debes realizar la evaluación de los objetivos conjuntamente con el paciente, determinando ambos si se han logrado. La evaluación ayuda al paciente a ver lo que ha aprendido, provoca refuerzo. El paciente se da cuenta de que está haciendo un buen trabajo, el higienista puede juzgar si es adecuado o no el esfuerzo educacional y permite redefinir los objetivos cuando se precise.

Participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona.