Seguro que has oído en más de una ocasión que el diagnóstico precoz del cáncer es una de las medidas más eficaces para el tratamiento del cáncer y aumentar la supervivencia.

En efecto, la detección de lesiones en sus estadios iniciales cuando tienen menos de 2 cm de tamaño y sin que haya habido metástasis, junto con el tratamiento adecuado, son las medidas más efectivas para controlar el cáncer bucal. En este sentido, aunque el papel que juega el odontólogo es importantísimo, no menos importante es la participación del paciente en la detección de estas lesiones.

Etiopatogenia del cáncer oral.

Suele afectar a personas mayores de 45 años (60 años de edad promedio), y más frecuentemente a varones que a mujeres. El tipo de tumor más frecuente es el carcinoma oral de células escamosas, aunque la boca puede ser asiento de otros tipos de tumores y de lesiones metastásicas.

Entre los signos de alarma o de sospecha, que debemos considerar se encuentran:

1. Lesiones (fundamentalmente úlceras que sin causa aparente, no cicatrizan en 2 semanas.
2. Manchas blancas (leucoplasias), rojas (eritroplasias) o pigmentadas.
3. Tumoraciones, hiperplasias, nódulos, asimetrías e inflamaciones.
4. Hemorragias de origen incierto.
5. Dolor, trismo, parestesias y analgesias.
6. Induraciones, fijación de tejidos móviles,...

Las personas que tienen mayor necesidad de prevención son los mayores (el cáncer se manifiesta en ellos con mayor frecuencia). Sin embargo, tienen menos posibilidades de recibir revisiones periódicas debido a factores tales como:

1. Pueden ser desdentados totales, y por tanto no van al dentista, salvo que se desajuste la prótesis.
2. Pueden ser personas institucionalizadas, en residencias o asilos, que quizás no reciban asistencia bucodental regular.
3. Pueden ser enfermos discapacitados, cuya afección les impida visitar al dentista con regularidad.

Aunque esta enfermedad afecta más a los mayores, los pacientes de cualquier edad con alto riesgo pueden verse afectado por este padecimiento. Son factores de riesgo:

• Tabaco.
• Alcohol.
• Alimentación: Desequilibrio nutricional, carencias vitamínicas y desnutrición.
• Factores genéticos.
• Virus, etc.