Estos estudios son del segundo gran grupo que se presentaba al principio, en el apartado Estudios epidemiológicos. No son estudios de observación, y en ellos, el equipo investigador manipula o “experimenta” con la realidad. Se suelen establecer dos grupos, y a las personas de uno de ellos se le asigna el factor a estudio (por tanto se manipulan sus condiciones de vida)y a las otras no, para poder establecer una comparación.

Son trabajos destinados a demostrar hipótesis de causalidad generadas o sugeridas a partir de otros tipos de estudios. Son los más concluyentes, pero resultan muy caros y plantean muchos problemas éticos, ya que cuando se considera que un factor es bueno ¿por qué dárselo a unos y a otros no?, y en el caso contrario, cuando el factor es considerado dañino, ¿por qué someter a ciertas personas a esto?

Hay varios tipos de estudios experimentales, pero entre todos, hay dos muy habituales:

• Ensayos clínicos: Son estudios experimentales que se suelen hacer para comprobar la eficacia de una intervención terapéutica (un fármaco, un tipo de intervención quirúrgica…), por lo que generalmente se realizan sobre personas enfermas.
  
  

  Para su realización se seleccionan dos grupos reducidos de personas, asignándose a uno de ellos el factor a comprobar (como un fármaco o vacuna) y al otro no se le administra esa sustancia o un placebo. Posteriormente se observa lo sucedido en cada grupo y se compara.

  Un caso de estos estudios podría ser para comprobar la eficacia de un nuevo tratamiento para la candidiasis oral. Se hacen dos grupos, y a uno se le administra la sustancia nueva y al otro, el medicamento de siempre. Posteriormente se comprueban las características de la curación (número de personas, tiempo, efectos secundarios…) en cada uno de los grupos y se sacan conclusiones.

• Ensayos comunitarios o de intervención: Son similares a los anteriores, pero en este caso el experimento se realiza sobre un grupo grande, población o comunidad. Se suelen hacer con medidas preventivas para comprobar su eficacia o con tratamientos que ya se han probado en ensayos clínicos.

En este caso, el ejemplo se puede sacar de la realidad. Hace unos años, se suponía que las aguas fluoradas disminuirían la prevalencia de caries, por lo que se decidió fluorar las aguas de una ciudad y comprobar los resultados. Dado que se comprobó los beneficios de la medida para la comunidad (recuerda que este es el interés de la epidemiología, que no se preocupa de cada individuo en particular), se generalizó la medida a otras ciudades y comunidades autónomas.