La toma de aguas en lagos o embalses se realizará mediante el establecimiento de torres de toma o mediante tuberías, a más o menos profundidad, unidas directamente a la impulsión.
Con el fin de realizar la captación con las mayores garantías conviene hacer la toma a suficiente profundidad y lejanía de la orilla o, en su caso, tomar las medidas necesarias para garantizar la calidad del agua a utilizar. Y el primer concepto que debe considerarse es el de la garantía, es decir, hay que conocer el agua que se necesita y de la que se dispone, tanto en calidad como en cantidad.
En el caso de los embalses de abastecimiento, el número y capacidad de las tomas de agua dependen esencialmente del volumen embalsado, de la profundidad del embalse y de los caudales a servir. En caso de que la toma fuese única, sería forzoso colocarla a la máxima profundidad útil de la presa, pero es evidente la conveniencia de multiplicar las tomas y disponer estas a diferentes alturas.
Por lo que la solución más óptima sería que las tomas sean varias en vertical y, al menos, pareadas en horizontal. Se establecen dispositivos para variar a voluntad el nivel de toma del agua, con lo que puede conseguirse, dentro de ciertos límites, seleccionar las características del agua tomada. El punto de ubicación deberá tener en cuenta el movimiento de las aguas por la dirección de los vientos, el arrastre de la contaminación y los posibles problemas de contaminación salina.
También se pueden emplear dispositivos que, en función del nivel existente en el punto de toma, regulen la cantidad de agua que se extrae como, por ejemplo, las torres de toma con plumas móviles.