Caso práctico: la máquina de refrigeración más antigua de la Humanidad
Casi sin excepción, todos los procesos tecnológicos artificiales ya están presentes en la naturaleza y el proceso de refrigeración no es una excepción. Los seres vivos de sangre caliente necesitamos una cierta constancia en la temperatura de nuestro cuerpo para que funcionemos adecuadamente. La fiebre, por ejemplo, hace que la temperatura corporal aumente 2 ó 3 grados para dificultar el avance de las infecciones, ya que los microbios son muy sensibles al calor. Pero este aumento de la temperatura en los estados febriles afecta muy negativamente al cerebro, haciendo que deliremos. Entonces, ¿cómo es posible que cuando hay temperaturas ambiente de 40ºC o más, nuestro organismo no se vea afectado?
La respuesta es muy sencilla "ponemos en marcha una máquina frigorífica biológica de ciclo abierto". Cuando sudamos, el líquido se evapora y, en este proceso, absorbe el calor latente de vaporización de nuestro cuerpo, contribuyendo a evacuar el calor excedente que haría aumentar nuestra temperatura por encima de los 36 ºC. Y sería de ciclo abierto, porque el agua que se evapora va a parar a la atmósfera y debemos reponerla nuevamente ingiriendo más agua. Un ciclo cerrado repetiría el anterior proceso con el mismo agua.
Este proceso es el mismo que se origina cuando aplicamos alcohol a nuestra piel y, al evaporarse, tenemos una sensación de frío. O lo mismo que ocurre cuando se enfría un botijo, ya que la arcilla es algo porosa y una pequeña cantidad de agua atraviesa su pared, evaporándose y absorbiendo calor del interior, manteniendo el agua fresca.
A lo largo de esta unidad didáctica vamos a ver cómo se reproduce artificialmente este proceso natural mediante una máquina frigorífica. Y habrá varias diferencias, pero la esencia termodinámica es la misma.